jueves, 15 de noviembre de 2012

Argentina después del 8N.

 
PARTE I


Participé de la concentración en la Plaza de Mayo, de Santa Fe-Capital.
Debo admitir que es la primera vez que concurro a un acto masivo. Soy uno de los tantos que a lo largo y ancho del país están cansados de los desplantes del gobierno, con la presidenta a la cabeza.
El kirchnerismo ha logrado ser una raza de déspotas genuflexos al poder de una señora.
Una señora que vive del recuerdo de su difunto esposo, al que le sigue atribuyendo a través del tiempo, cada día, más virtudes.
Y este país está necesitando políticas más flexibles, que se condigan con la realidad de “todo” el pueblo.
Por empezar hace falta un sinceramiento de la economía, la inflación nos destruye mes a mes.  
Necesitamos un Poder Judicial independiente que garantice el funcionamiento pleno de la justicia.
La seguridad, es otra materia pendiente. Y la “sensación de inseguridad”, es una burla de la Ministra de defensa. Hay que estar en la calle, y no en un despacho de funcionario con todas las comodidades, para saber lo que se vive en las ciudades, con la delincuencia que crece, día a día.
Y sus ministros, Sra Presidenta? En cualquier país del mundo, que se considere serio, un funcionario sospechado de mal desempeño por corrupción, inmediatamente debe renunciar. Aquí, en Argentina, todo lo contrario, se redobla el apoyo. Y además se busca influir en la justicia, para salvarlo. Que es esto? Un proceder mafioso.
Los escenarios montados con figuras pagadas o no, cuando da discursos por cadena nacional, son una ofensa. Nos cree ignorantes, incapaces de vislumbrar la realidad.
La gran expresión de su pueblo, o mejor dicho, de parte de su pueblo, el 8N, es en definitiva una lección que debe aprender. La democracia tiene esos tintes y ud, no es  La reina Cristina, ése es el título de un libro.
Definitivamente la Sra Presidenta, querrá seguir ignorándonos, con juego de palabras y oraciones que construye desde su escenario autoritario, soberbio y discriminatorio. Pero la realidad va a vencer a la ficción.
Y es una pena porque todavía estamos a tiempo para dialogar.



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